Experiencia de Manolo Lozano

1.      Bueno, no se si mi experiencia sacerdotal puede ser edificante para alguien, ya que soy consciente que no soy ningún santo, tampoco ninguna lumbrera, ni tengo nada especial que destacar…

Soy un hombre corriente, como los demás,

pero tengo conciencia de que Él me llamó de una manera particular,

con lazos de amor me atrajo y me supo enamorar,

así sin méritos propios, de presbítero, en su Iglesia me puso a trabajar:

dos años en la Serranía, ocho en mi querida ciudad, ya llevo quince años al otro lado del mar,



2.      Todo comenzó de manera muy normal, dentro de un ambiente cristiano: el Movimiento Mac,

allí tuve un maestro, amigos y hermanos de verdad.

Aprendí a superarme y asumir responsabilidad.

No descuidé el compromiso, y dentro de una gran actividad, buscaba momentos de silencio, aprendí a orar.

Todo eso me ayudó a ir por buenos caminos y esquivar la maldad,

La Eucaristía fue mi alimento, con hambre no se puede caminar,

me confesaba con frecuencia, reforcé la espiritualidad, y cuando tropezaba, me volvía a levantar.



3.      Empecé a conocerme y comprender a los demás,

el evangelio me enseñó la misericordia, curar las heridas del que cae, a nadie abandonar.

Condeno el pecado, al pecador nunca, jamás.

Mi tarea es la del maestro, salvar a todos, nunca condenar,

La biblia dice: “el que se sienta seguro, tenga cuidado, se puede resbalar”, “no saques la mota de tu hermano, sino la viga que tienes atravesá”

No busqué  las cinco vueltas, hipocresías, mentiras para enredar;

En el evangelio se lee: “sólo la verdad te puede dar la auténtica libertad”,



4.      Ser lo más simple posible como Francisco, Foucault o Teresita: vivir pobre y escondido,  el camino de la infancia espiritual.

Es la paradoja  del Reino, los últimos adelantan, los primeros quedan atrás.

Si la soberbia te domina, vas de retro, cuesta abajo, sin freno, nadie te puede parar.

Cuidar la esencia, limpiar el plato por dentro, dejar que Jesús entre en tu templo para que no haya oscuridad. Arroja toda moneda, idolatría y vanidad, deja que te zarandee, vive para adorar, siempre en autenticidad, pues la letra mata, el espíritu nos vivificará.



5.      Sentí que me decía: Proclama mi amor al mundo, has puesto la mano en el arado, no eches la vista atrás, yo te quiero para mí, también para los demás.

No le tengas miedo a nadie, mi Espíritu siempre te acompañará, te dará la fuerza, la alegría y el entusiasmo a la hora de evangelizar.

Mi Madre, Auxilio de los Cristianos, está velando por ti, nunca te abandonará, como lo hizo por mí a la hora de la verdad.



6.      Estoy seguro que es cierto, a pesar de mis pecados, mis fallos y toda mi  debilidad, Dios está siempre conmigo, lo veo siempre actuar, cuando bautizo, predico, celebro o ejerzo la caridad.

Es una gracia muy grande recibir el ministerio sacerdotal, ser compañero, amigo íntimo de Jesús, representarlo de manera sacramental.

Oren por mí, mis amigos, para ser un buen sacerdote, estoy lejos de la santidad, he fallado mil veces, otras mil me he de levantar, Rueguen por mí sacerdotes santos: Don Manuel González, Don Bosco y el cura de Ars.



7.      Vivo feliz mi sacerdocio, pero no con heroicidad, quiero superarme, esa es la pura verdad.

Como San Pedro le digo: ¡Señor, ten piedad! Tu eres mi vida, te mereces mucho más. Y siempre oigo de sus labios: sé que tu me amas, ¡apacienta la maná!  déjate de tonterías, confía más en mí, deja  atrás lo demás.

Señor, a pesar de mis miedos, y de que me pregunto: ¿y  ahora qué sucederá?, me abandono en tus manos, moldéame como quieras, quiero celebrar consciente el Año Sacerdotal, coincide en el tiempo con mi año Jubilar, permíteme que pueda realizar mi lema de ordenación: “El que persevere hasta el fin, ese se salvará”.



Y.. ¡no hay más!  Chacachá, chacachá, chacachá.